jueves, 16 de julio de 2009

Decidí


…Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar…Decidí no esperar a las oportunidades, sino yo mismo buscarlas: Decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución. Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis. Decidí ver cada noche como un misterio a resolver. Decidí ver cada día como la oportunidad de ser feliz. Aquel día descubrí que mi único rival no era más que mis propias debilidades. Y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos, Aquel día dejé de temer a perder, y empecé a temer a no ganar, Descubrí que no era yo el mejor, y que quizás nunca lo fui, Me dejó de importar quien ganara o perdiera, Ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer. Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir. Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener es tener el derecho de llamar a alguien Ämigo” Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, El amor es una filosofía de vida ”Aquel día decidí cambiar tantas cosas, Aquel día comprendí que los sueños son sólo para hacerse realidad, Desde aquel día ya no duermo para descansar, Ahora simplemente duermo para soñar…

Gissella Garate

domingo, 12 de julio de 2009

Boadicea (c.30-61)



Boadicea, nació alrededor del año 30, en la tierra de los iceni, que pertenecían a la cultura celta. Los iceni vivían en la antigua región de Anglia del Este, en las tierras más orientales de la isla de Gran Bretaña. Su nombre significa 'victoria', por lo que estaba destinada desde el inicio de su vida al poder y al triunfo.
Para esa época, Roma había invadido dos veces Gran Bretaña, gracias a Julio César, en el 55 y en el 54 a. C. En el último ataque logró la sumisión de seis poderosas tribus, entre las que se encontraban los iceni. Tras las conquistas de Julio César estas tribus se dedicaron al comercio con los pueblos latinizados de Galia, aunque otras tribus se resistieron al yugo romano durante algún tiempo más.
Los iceni lograron una independencia casi total, pagaban tributo al Imperio Romano y no eran molestados por nadie. Su rey era Prasutagus, quien en el año 48 o 49 se casó con Boadicea, de manera que ella se convirtió en la reina de este pueblo celta. al poco tiempo, le dio al rey dos hijas.
Cuando Prasutagus murió en el año 60, una parte de su herencia se destinó a sus hijas, para asegurar su dote, y el resto -según el convenio con Roma- lo dejó al emperador, quien en ese momento era Nerón. Boadicea quedó como reina regente y guardiana de la herencia de sus hijas.
Sin embargo los romanos no aceptaron la herencia de Prasutagus, pues deseaban la totalidad de sus bienes incluyendo sus tierras. Pocos días después de la muerte del rey, los enviados del produrador romano en Britania, Catus Decianus, atacaron a los iceni con soldados romanos, expulsaron a sus nobles de sus tierras, humillaron a sus familias y los vendieron como esclavos. Tras apropiarse de las riquezas de los iceni, los romanos exigieron el "pago" de las deudas para con la corte romana.
Como todo había sido dado en propiedad a Nerón, los iceni no pudieron pagar las exigencias de sus conquistadores. Boadicea fue tomada como responsable de las cuentas, y los romanos desearon poner un ejemplo con ella. Fue desnudada en público y flagelada, y sus dos hijas fueron violadas por los legionarios.
Tras el ataque, Boadicea recobró a sus hijas y regresó con su gente. Humillada y furiosa, convocó a la guerra a todos lo que quisieran unirse a ella. La noticia de la desgracia de los iceni se difundió rápidamente, y muchas tribus rebeldes que estaban dispersadas y divididas por viejas rencillas, se alistaron bajo su mando.
Así logró reunir a más de cien mil guerreros, hombres y mujeres que habían sufrido bajo la dominación romana. Los guió entonces hacia la colonia de oficiales imperiales en Camulodunum, y con la ayuda de los rebeldes que habitaban en el lugar inició el ataque. La batalla duró varios días, y algunos romanos lograron escapar y dar la voz de alarma en Londinium (actual Londres). Catus Decianus envió como refuerzo a solamente doscientos hombres, que fueron vencidos rápidamente por las fuerzas de Boadicea. Por fin los sublevados lograron derrotar a los que se defendían atrincherados en uno de los templos. Camulodunum fue completamente destruída y sus habitantes asesinados.
Para responder a este ataque la IX Legión Hispana, dirigida por Petilius Cerialis, fue despachada hacia los restos de Camulodunum desde su campamento ochenta kilómetros al norte. Sin embargo sus cinco mil hombres fueron emboscados, los soldados de infantería hallaron su fin ante las espadas de las tropas de Boadicea, y Petilius, junto con lo que quedaba de la caballería se replegaron al norte. Así la rebelión continuó, y bajo el liderazgo de la reina de los iceni se dirigieron a Londinium.
Ante las noticias de la marcha de los rebeldes el procurador Decianus abandonó la ciudad junto con todo su personal, dejando a Bretaña sin administración. El gobernador Suetonius Paulinus, que se encontraba en el sur exterminando poblados rebeldes, regresó con rapidez a Londinium con sus tropas. Inspeccionó las fortificaciones de Londinium y pronto se dió cuenta de que no podría ser defendida, y a pesar de los ruegos de sus habitantes se retiró, dejando a la ciudad a su suerte.
De esta manera Boadicea no encontró gran resistencia al atacar Londinium. Sus guerreros capturaron a los nobles romanos y los torturaron. La ciudad entera fue derribada e incenciada. Boadicea dejó las ruinas de Londinium y se dirigió a Verulamiun, muchos de cuyos habitantes huyeron de inmediato. Suetonius convocó la II Legión Augusta, pero no llegaron a tiempo para defender la ciudad. Verulamiun fue arrasada como las otras ciudades.
Había llegado el momento en que Boadicea se enfrentaría directamente al gobernador Suetonius. Pero este no era un burócrata débil como el procurador, sino un militar entrenado y con experiencia. En el lugar de la batalla (que no se sabe a ciencia cierta dónde tuvo lugar) los romanos organizaron sus legiones. Eran diez mil en total, y a pesar de ser grandemente superados en número su estrategia era superior.
Según los historiadores romanos Boadicea estuvo al frente de su ejército en esta batalla, vestida con su tartana, cansada y herida, pero decidida y armada. Muchos de los rebeldes luchaban desnudos según su costumbre, su piel pintada de azul y blandiendo lanzas y espadas. Mas la astucia de los romanos prevaleció, y el ejército de Boadicea fue diezmado por las jabalinas de sus enemigos. Tras esto siguieron los soldados de infantería, y por fin los rebeldes fueron rodeados por la caballería romana.
Algunos rebeldes lograron escapar, y en los años siguientes continuaron las escaramuzas contra los romanos vencedores. Boadicea escapó también, pero sabía lo que sería de ellas si fuera capturada: Sería el trofeo de Suetonius en su marcha triunfal en Roma y sufriría violaciones y torturas antes de morir en el circo romano. Sabía también que ni ella ni sus hijas podían esperar clemencia del emperador Nerón.
Boadicea puso fin a su propia vida por medio del veneno. Los fieles seguidores que la acompañaron hasta el final le dieron un funeral digno de una reina y una heroína. Pero el lugar de su sepultura permaneció en secreto, para evitar su profanación por los romanos y para que quedara como símbolo de la resistencia contra los invasores.

sábado, 11 de julio de 2009

Hildegarda de Bingem



“En la luz del Amor, la Sabiduría me enseña y me ordena decir cómo fui introducida en estas visiones. Las palabras que yo hablo no son mías, sino que la verdadera Sabiduría las pronuncia a través de mí y me dice así...” Hildegard Von Bingen(1098-1179)
Hildegard nació en Bemersheim (Alemania) en el valle del Rin, el año 1098 o 99, y en el seno de una familia noble alemana. Fue la menor de diez hijos, estando así, destinada a la Iglesia. Desde muy niña, Hildegard sufrió visiones que más tarde la propia Iglesia confirmaría como inspiradas por Dios. Estos episodios, descritos como una gran luz que la rodeaba, la dejaban muy mal e incluso la cegaban temporalmente.
Sus padres preocupados decidieron entregarla totalmente al convento benedictino Disibodenberg, que se encontraba bajo la órdenes de Jutta, quien se encargó personalmente de la educación de Hildegard. Así, tuvo un profundo aprendizaje en latín, griego, liturgia, música, oración y ciencias naturales, y además una disciplina asceta. A los dieciocho años, Hildegard toma los habitos bendictinos.
En 1136, Jutta murió y Hildegard -a pesar de ser muy joven- asumió el mando del convento. A la edad de cuarenta y dos años, le sobrevino el despertar religioso, el episodio de visiones más fuerte que tuvo, y durante el cual recibió la misión de predicar sus visiones y la comprensión religiosa que le había sido otorgada.
A partir de ahí, Hildegard escribe sus experiencias. De los nueve libros que escribió, se destacan Scivias -de corte místico-, Liber Vitae Meritorum -sobre ética- y Operatione Dei -sobre teología. Otro de sus libros, el Liber Simplicis Medicinae es importantísimo para la medicina, pues en el se hace un acercamiento a la ciencia de curar desde la perspectiva olística, incluyendo conocimientos de botánica y de bilogía. De la misma forma, el Liber Compositae Medicinae trata sobre las enfermedades, pero desde el punto de vista teórico y explica sus causas y síntomas.
Pero, Hildegard no sólo se dedicó a escribir, si no que además compuso música y escribó setenta y siete canciones aproximadamente, y una ópera Ordo Virtutum, por la cual se ha dicho que la compositora fue más allá de las normas de la música medieval y le otorgó un nuevo lenguaje.
Es por esta época, que un comité de teólogos del Vaticano legitimó sus visiones y sus mensajes, que para muchos eran predicciones del futuro, aunque ella lo negara y dijera que más bien era una proyección del presente. Tal fue su reconocimiento, que llegó a ser conocida como la "Sibila del Rin". En este momento, la gente la buscaba para escuhar sus palabras de sabiduría, para curarse o para que los guiara.
En cuanto a su relación con la Iglesia, no siempre fue amorosa, pues Hildegard atacó seriamente las costumbres de ésta y la denunció por corrupta y por no seguir los preceptos de compasión realmente. Además, la desafiaba constantemente y en una época en que no había duda de la culpabilidad de Eva, ella se limitó a decir que Eva no había cometido falta, sino que era una víctima engañada por Satán, quien le envidiaba a la mujer su capacidad de dar vida. Por si fuera poco, se atrevió a visualizar el acto sexual como una unión espiritual que iba más allá de la procreación.
La relación con la Iglesia alcanzó su crisis, cuando Hildegard y las mojas del convento Rupertsburgo que ella había fundado (se llama así por un santo del que ella escribió la biografía) le dieron sepultura en el cementerio de su convento a un joven revolucionario, que había sido excomulgado por el arzobispo. Así, según la Iglesia el joven no merecía santa sepultura, pero Hildegard insitía en que él se había arrepentido. Se negó a desenterrarlo e incluso hizo desaparecer cualquier rastro de entierro, para que nadie se atreviera a buscarlo.
Este problema le acarreó a Hildegard y a todas las monjas a su cargo una prohibición de hacer música. Ella muy molesta, le escribió al Arzobispo una carta bastante dura en las que se lamentaba de la "perdida" que esto significaba para todo el Rin y además amonestaba a la autoridad eclecíastica.
La Iglesia decidió perdonarla y pocos años depués, esta polifacética y mística mujer murió. Hubo varias tentativas de canonizarla, y aunque esto nunca se llegó a dar, popularmente se reconoce como santa e incluso el Papa Juan Pablo II la reconoció como "una mujer santa".

martes, 30 de junio de 2009

El silencio de las sirenas- [Cuento: Texto completo] Franz Kafka




Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación.

He aquí la prueba: Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos.

El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas.

Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con alegría inocente. Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio.

No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas. En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción.

Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas. Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó. La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

domingo, 21 de junio de 2009

Hablen, tienen tres minutos



De vuelta del paseo donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento, y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo donde bailaba un oso luna, en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel y sé que estaré solo en la ciudad más poblada del mundo. Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina, teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café, y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja. Máxime sabiendo que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina, como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura. Creo que sospecharás esto que ocurre, como yo te presiento a la distancia en tu ciudad, volviendo del paseo donde quizá juntases la misma florecita, un poco por botánica, un poco porque aquí, porque es preciso que no estemos tan solos, que nos demos un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.

Julio Cortázar




domingo, 14 de junio de 2009

Te aseguro !!!!!!!!




Es difícil tener que imaginar toda una vida sin ti..Sin tus besos, tu cuerpo, tus caricias..Sin esa mirada que me tranquiliza.. Sin esos labios que me llevan a un mundo.. Donde se que lo puedo todo..sin poder estar en tus brazos.. Donde yo me siento segura de mi misma.. Sin esa sonrisa que a pesar de todo lo malo.. que me ha pasado en la vida.. me llena de alegria y felicidad.. Es difícil tener que recordar.. Que ahora que mas te necesito.. No te tengo a mi lado.. Mas dificil recordar que tu para mi lo eras todo.. Y yo para ti solo era una aventura..


Te aseguro que nunca fuiste una aventura ,eres demasiado mujer para serlo. fue demasiado cobarde y mentiroso para quedarse contigo.


Norma Virginia Escalante Caballero

sábado, 13 de junio de 2009

Limpieza


La semana pasada tiré el preocuparme, se estaba poniendo viejo y me estorbaba. Me impedía ser yo misma, no podía actuar a mi modo.
Tiré esas inhibiciones, no dejaban lugar para mí. Hice lugar para mi nuevo crecimiento; me deshice de mis viejos sueños y dudas.
Tiré un libro sobre mi pasado (igual no tenía tiempo para leerlo). Lo reemplacé con nuevas metas y empecé a leerlo hoy.
Tiré los juguetes de mi niñez (¿recuerdan cuánto les estorbaba yo?) Conseguí una nueva filosofía y también tiré la de mucho tiempo atrás.
Compré algunos libros nuevos llamados: puedo, haré y debo. Tiré el podría, haría y debería. ¡Ah!, si hubieran visto el polvo...
Me topé con un viejo amigo, a quien no lo había visto hace bastante tiempo, creo que su nombre es Dios. Si, realmente me gusta su forma de ser. Me ayudó con la limpieza y agregó algunas cosas, tales como: oración, esperanza y fe. Sí, las puse en mi estante.
Tomé algo especial y lo coloqué en la puerta principal. La encontré se llama paz. Ya nada me puede abatir. Ahora mi casa esta muy linda, todo se ve bastante bien.
Para preocupaciones y problemas, simplemente no hay lugar. Es bueno limpiar la casa, especialmente la interior; ya que deshacerse de tanta cosa que estorba, hace todo más alegre.
A lo mejor tú deberías tratar de hacer lo mismo

jueves, 11 de junio de 2009

Poemas de perdón




Asomaba a sus ojos una lágrima
y mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y enjugó un llanto,
y la frase en mi labio expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿Por qué calle aquel día?.
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?.
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
ni tu ni yo jamás,
después de lo pasado convendremos
en quién la culpa está
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuando el orgullo es simplemente orgullo
y cuando es dignidad!

Gustavo A. Bécquer

Poema Calla de Poemas sueltos 2



En otros tiempos, tiempos mejores, los dos cumplimos nuestro deseo, y sin querernos, de unos amores urdimos ambos el fantaseo.
Los dos mentimos: ¡dulce mentira! Yo te escuchaba con calma absorta y, habla, te dije, que amor te inspira; miente y soñemos, la vida es corta.
Hoy, fatigado de la comedia, porque la ruda verdad amarga, y con engaños no se remedia, pienso al oírte: la vida es larga.
¿A qué las frases que me dijiste? Mimos gastados, suspiros viejos…¡Estoy tan solo, y estoy tan triste!Los que me quieren están muy lejos.
FRANCISCO A. DE ICAZA ( México, 1863 - 1925

sábado, 6 de junio de 2009

Hay sol es mediodìa y ya no importa





Hay sol es mediodìa y ya no importa
Este no es un amor hecho de lluvia
ni envuelto en la neblina de la tarde.
Esto es estar.Estar, tan simplemente
como si hubiera sido siempre.
Esto es estar, amor, desde un principio
que no tuvo comienzo
No sè como seràs .Tampoco importa,
porque estuviste siempre y lo ignoraba.
Como me gusta, hoy, decir tu nombre
morder tu nombre como un fruto agrio
y repetir ineteniblemente:
te quiero, amor, te quiero, amor, te quiero.
Estàs cansado, sì estàs cansado,
tienes los ojos tristes y sin embargo còmo se iluminan
ciando vuelvo a decir las dos palabras.
Tienes mi corazòn entre las manos
yo quiero que lo sepas, que lo sientas
como una carga cierta que no daña
como un peso con alas
Como decir amor, que estoy segura
de que existes.Yo, que no creo en nada
En casi nada.
Apenas en la noche que me encierra,
en las manos tendidas y en la garra,
en la sombra, en la luz y en la penumbra,
en los ojos que ven y en la mirada
que ciega, en la piel, en la sangre
en las sienes
y en esa soledad donde descansas
Como decir que creo en tì, de pronto
porque siempre has estado.

Julia Prilutzky Farny

lunes, 18 de mayo de 2009

Adios Don Mario


Y si Dios fuera mujer? pregunta Juan sin inmutarse, vaya, vaya si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso. Si Dios fuera mujer la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de transmitirnos SIDA o pánico nos contagiaría su inmortalidad. Si Dios fuera mujer no se instalaría lejana en el reino de los cielos, sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno, con sus brazos no cerrados, su rosa no de plástico y su amor no de ángeles. Ay Dios mío, Dios mío si hasta siempre y desde siempre fueras una mujer qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia.
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Poemas de Mario Benedetti
Poemas del Alma